Los peruanos hemos empezado a sentir el drama de la inflación que la vivimos los que pintamos canas luego del gobierno izquierdista de Velasco, por el papel preponderante que le dio al Estado en la economía destruyendo la inversión privada, aumentando la deuda pública, la inflación y el uso de la maquinita para imprimir soles sin respaldo, generando más pobres en nuestro país (64% de la población), política que continuó en la década de los 80s, hasta la llegada al gobierno del Ingeniero Alberto Fujimori que cambió el rumbo del empobrecimiento permanente de la población peruana con la Constitución de 1993, produciéndose una reducción de pobreza admirada internacionalmente, la que antes de la pandemia en el 2019 se ubicó en el 20.1% de nuestra población.

Luego vendría el pésimo manejo de la pandemia por Martín Vizcarra que hizo que la pobreza aumentará hasta el 30% en el Perú.

Ahora desde el 28 de Julio del 2021 el presidente Castillo siguiendo su discurso populista que lo llevó a la Presidencia de la República, insistió sin criterio en amenazar con expropiaciones inviables como la de Camisea, que costaría US$30,000 millones según la Sociedad Peruana de Hidrocarburos; además desprotegiendo las inversiones mineras e insistiendo en una nueva constitución.

Complicando más el panorama ha aumentado la incertidumbre e inestabilidad política, al nombrar ministros y Altos funcionarios del Estado sin las competencias necesarias, para administrar el Presupuesto General de la República que llega a S/193,000 millones.

Toda esta equivocada forma de actuar derivó en un pánico financiero muy perjudicial para todos los peruanos, fugando al exterior US$18,000 millones desde el 28 de Julio del 2021 y generando desconfianza para invertir en nuestro país, la que se refleja este año en una proyección de inversión privada en el Perú del 0%, dada a conocer por el Sr. Julio Velarde Presidente del Banco Central de Reserva; complicándose la generación de empleos dignos tan necesarios para los jóvenes que concluyen sus estudios y los que buscan recuperarlos luego de perderlos por la pandemia.

Para terminar de agravar la crisis que vivimos la guerra entre Ucrania y Rusia ha disparado los precios del petróleo, fertilizantes como la urea y productos agrícolas como el maíz y el trigo que el Perú tiene que importar, el primero para alimentar a los pollos que consumimos y el segundo para el pan y otros productos de la canasta básica familiar.

Ante esta coyuntura el gobierno permaneció estático, no tomando ninguna medida para mitigar la afectación a nuestros bolsillos, esperaron negligentemente que estallen protestas sociales para reaccionar con la eliminación del Impuesto Selectivo al Consumo del petróleo diésel, gasolina de 84 y 90 octanos y la suspensión del Impuesto General a las Ventas (IGV) a algunos alimentos.

Otro aumento de precios a nivel internacional que podría beneficiarnos es el de las materias primas como el cobre y los metales; sin embargo, la incertidumbre generada por el gobierno descrita anteriormente y su desprotección a los yacimientos mineros existentes en el país, ha producido el descenso de nuestra producción minera y la que se proyecta hacia el futuro por falta de exploración.

Finalmente, la inflación ha vuelto, en el mes de marzo ha sido la más alta en 26 años, un panorama preocupante.